biescas

La tarde de aquel 7 de agosto de 1996 una tormenta de extraordinarias proporciones provocó el desbordamiento del barranco de Arás (Huesca) y que supuso una auténtica tragedia en el camping ‘Las Nieves’. La zona de acampada quedó arrasada por la avalancha de agua y barro. Durante semanas, los equipos de rescate hicieron labores de rescate para recuperar los cuerpos de las víctimas. Un año después de la riada apareció el cadáver de un niño, la víctima número 87. Más de 190 personas resultaron heridas. La localidad homenajeará este domingo, cuando se cumplen 20 años de la tragedia, a los fallecidos y recordará lo ocurrido en un día que desearon solo fuera una pesadilla.

El Memorial Camping de Las Nieves, en el parque situado junto al barranco de Arás, «quiere reparar esa asignatura pendiente», según el alcalde, Luis Estaún. La jornada conmemorativa comenzará a las 16.30 con la recepción de vecinos y amigos en las instalaciones deportivas. Y media hora más tarde, el profesor Juan Antonio Cobo, médico forense y responsable de la organización del dispositivo social aquel día en Biescas, dará una charla sobre ‘Coordinar la solidaridad y la respuesta social’.

A las 18 horas habrá una misa presidida por el obispo de Jaca, Julián Ruiz Martorell, en la que cantará la Coral de Santa Elena de Biescas, que interpretará poemas creados para conmemorar ese día. Para finalizar, a partir de las 19 horas todos los asistentes se trasladarán en autobuses hasta la zona del camping, donde tendrá lugar el acto homenaje y la inauguración del parque Memorial del Camping Las Nieves, que contará con una obra escultórica en memoria de los fallecidos. El acto pondrá su punto final con una suelta de 87 globos, uno por cada una de las personas que murieron allí aquel fatídico día, cuando fueron sorprendidas y arrastradas por la riada.

 

EL MAYOR SUCESO EN UN CAMPING ESPAÑOL

A las dos y media de la tarde del martes 11 de julio de 1978 el infierno se desató a tres kilómetros al Sur de San Carlos de la Rápita, en Tarragona. Una súbita bola de fuego envolvió en cuestión de segundos una tercera parte del camping de Los Alfaques, en el que cientos de veraneantes terminaban de comer. El chorro abrasador, que alcanzó más de 200 grados centígrados, mató instantáneamente a 158 personas, dejó heridas de muerte a otras 57 y de gravedad a más de 70 hasta desembocar en el Mediterráneo, cuya agua, repleta de campistas que trataban de huir de las llamas, ardió durante varios minutos.

El destino del camping había quedado sellado dos horas y media antes, cuando Francisco Imbernón abandonó con su camión la refinería con camino a la petroquímica El Paular de Puertollano (Ciudad Real). Con su vehículo arrastraba un semirremolque cisterna que transportaba 23.470 kilogramos de propileno. Demasiados. Imbernón llevaba a sus espaldas más de cuatro toneladas de más, lo que tendría consecuencias fatales para él y para los veraneantes de Los Alfaques: debido a la larga exposición al sol de julio durante el viaje, la carga se fue calentando y expandiendo. El tanque reventó y el propileno escapó bruscamente en dirección al camping, incendiándose con las chispas provocadas por el accidente.

Comenzaba entonces un auténtico infierno para los veraneantes que habían venido de media Europa para disfrutar del sol de Tarragona. Según testigos presenciales el espectáculo tras la explosión, que fue alimentada por los depósitos de los coches aparcados y las bombonas de butano de los campistas, era dantesco.

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